Junto al timón de sus recuerdos pasaba las horas bajo la luz de la ventana que vigilaba la soledad del patio y sus confines.
Como tantas otras mañanas de silencios, llovían los pequeños pedazos de historia, delante justo de la triste y fija mirada de sus inhabitados ojos.
Algunos llegaban a posarse por un momento en frente de su callada soledad y dejando unas lágrimas asomar por debajo de sus párpados, lo abandonaban cual lluvia de mariposas en estampida.
Logró cazar un par de ellas y así quedó la mañana, soñándolas de nuevo entre los campos de sábanas que ahora le acurrucaban...